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Qué difícil es ser Ferrari

Aunque pueda parecer lo contrario, Ferrari no está tan lejos del equipo Mercedes. Analizamos los puntos en los que la Scuderia puede mejorar y en los que, de momento, no podrá hacerlo.

( palabras)
Qué difícil es ser Ferrari
Fuente imagen: Jerry Andre-Motorlat.

Crisis. Esa es la palabra que más acompaña a Ferrari en la última década.
¿Pero de verdad es tal el rendimiento de la escuadra de Maranello como calificarla de crisis?

Desde luego, si le preguntamos a los aficionados, a los tifosi y a la sangrienta prensa italiana, absolutamente todo lo que no sea ganar aplastando a sus rivales, es una auténtica vergüenza nacional, incluso mundial.

Pero no nos iremos muy lejos para analizar el rendimiento de los de rojo, basta con echar un vistazo a su trayectoria de esta temporada.
Es cierto, puede parecer  tras la sexta victoria de Lewis Hamilton, el sexto doblete de Mercedes  y tras los 140 puntos de ventaja en el mundial de constructores que el SF90 es un coche mediocre y que, en conjunto, el equipo, es aún más terrible.

Pero si dejamos a un lado los fríos números, podemos ver que realmente eso no es así.
Esta temporada,  si no hubiera sido por el error mecánico en Bahréin, Charles Leclerc se hubiera embolsado una incontestable victoria, la primera de su vida y la primera para la Scuderia desde el GP de USA de 2018 dónde Kimi Raikkonen alcanzó el peldaño más elevado del cajón.

Lo mismo podríamos decir de Sebastian Vettel, quién hubiera ganado de tú a tú a Lewis Hamilton en Canadá si no hubiera recibido la sanción de los comisarios tras su maniobra en la vuelta 48 de la carrera.

Entonces, ¿qué factores están influyendo en los resultados de la escuadra italiana?
El primero y más importante: Mercedes tiene el mejor coche de la parrilla, con diferencia. Basta ver a Valtteri Bottas, siempre al acecho de su compañero de filas, aunque en la mayoría de ocasiones se desinfla en carrera, el finlandés es capaz de colocar su Mercedes lo suficientemente cerca de su compañero como para firmar dobletes sin aparente esfuerzo.
Las flechas de plata tienen un rendimiento tan superior al resto de equipos en términos globales de velocidad y de equilibrio en todos los circuitos, que los hace casi inalcanzables al resto de sus rivales.
El monoplaza de Ferrari genera muy poca resistencia al avance, unido a una unidad de potencia a la par de la de Mercedes, obtenemos como resultado un coche rapidísimo en circuitos de poca carga aerodinámica como Canadá. En su contra, el W10 de Mercedes es el que genera mayor carga aerodinámica de la parrilla, de ahí su constante equilibrio en todos los circuitos.
El trabajo tanto dentro de la pista como en la fábrica ya es de por sí incansable pero aún les falta encontrar con la tecla que haga de su coche un arma ganadora, un coche consistente en todos los circuitos, como un puzle de unos engranajes que deben encajar a la perfección. Y no es fácil, no basta con copiar a un rival, debes ir más allá, en rendimiento y en innovación.

Segundo: Mercedes tiene al mejor piloto de la parrilla. Le pese a quién le pese. Por palmarés, por experiencia y por trabajo.
Puede parecer que Lewis Hamilton llega a los circuitos como una estrella del rap, despreocupado por la carrera y prestando toda su atención a su ropa, si llevará suficientes trenzas en el pelo y bastantes collares y anillos como complementos, y lo único que hace el inglés es traspasar toda la presión a sus rivales. Y funciona. Hamilton sabe sacudirse la presión, es rápido siempre y en carrera no comete el más mínimo error.

Los pilotos de Ferrari llegan a los fines de semana de carrera muy serios, con la presión de la prensa, de los aficionados y la de sus rivales. Aún sabiendo que no son los más rápidos. Ahí ya empiezan a perder puntos, más Sebastian Vettel que Charles Leclerc. El alemán, quíén no gana desde Spa 2018 sabe que Ferrari lo señala como líder y eso genera una presión que poca gente puede gestionar. No hace falta nombrar cómo terminaron las relaciones de Prost o Alonso por culpa de esa misma presión, de ser piloto de la mítica Scuderia. Y la presión hace cometer errores, ya lo hemos comprobado en varias ocasiones esta temporada.

Muchos quisieran ver a Leclerc como líder del proyecto, pero es justo y normal que no quieran hundir ni la reputación ni el ánimo de su primer piloto, cuatro veces campeón del mundo, aunque ya de por sí tenga el espíritu algo quebrado. No será Ferrari quién le de la puntilla al alemán. La temporada 2018 no la ganó Mercedes, la perdió Ferrari con los fallos de Vettel, como el del GP de Alemania o en Monza por ejemplo, fruto de esa presión.
Charles Leclerc es rapidísimo, pero ahora mismo está en un momento de aprendizaje y es importante que mantenga la cabeza fría para no descolocarse. Su momento llegará y su actitud de seriedad y trabajo dará sus frutos. En cuanto sus clasificaciones sean un extra mejores y su experiencia dentro del equipo más laureado de la historia sea mayor, de seguro el monegasco liderará un proyecto importante.

Y tercero: Charles llegará a liderar un importante proyecto… si la política del equipo se lo permite.
Las presiones y tensiones internas son el mayor escollo a las que Ferrari se enfrenta año tras año, solamente en la época Schumacher con Brawn y Todt al frente no eran ni apreciables en la atmósfera del box.  Mattiaci, Arrivabene, Binotto, líderes con los pies de barro a los que les cortan la cabeza en cuanto el proyecto no funciona como quisiera la dirección…y como ya he comentado, la insaciable prensa rossonera. Esa atmósfera tan cargada no se ve en ningún otro equipo, las prisas por hacerlo bien, por ganar, sólo te trae lo contrario, nervios y errores, y en la Fórmula 1 no puedes trabajar así, sí con presión, pero no con un cuchillo en la garganta.

Tal vez el carácter latino del equipo, la política de corazones calientes y el peso de la historia empujan más que cualquier miembro del equipo y por ese mismo motivo, por la historia, deberían echar un vistazo al pasado, cómo ganaron y porqué ganaron.
Ferrari tiene un gran coche no nos equivoquemos, tiene un gran presupuesto y un gran equipo, tiene grandes pilotos y una gran experiencia. Entonces ¿qué se podría cambiar?
La dirección del equipo. Ferrari no ganará el Mundial hasta que no se den cuenta que necesitan un carácter frío y serio en el box. Ellos quieren ganar con un italiano al mando, pero los que ganan y han ganado en los últimos años son ingleses y alemanes. Por carácter, por su capacidad de digerir la presión y no distribuirla por todo el garaje, por saber agachar la cabeza y trabajar en una meta.

Un coche malo es el Williams, un equipo malo con pilotos mediocres es Haas. Pero no Ferrari. Temporada tras temporada la Scuderia está ahí peleando, con mayor o menor fortuna, pero está.
Únicamente le falta por tocar la última tecla para que todo funcione, pero debe querer tocarla.

 Y lo más importante, Ferrari siempre quiere ganar ya, sí o sí, pero la victoria es un proceso más que una meta.

La urgencia por ganar es abrumadora pero como decimos en castellano: las prisas no son buenas. Y menos en Fórmula 1.



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