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F1 | Lewis Hamilton ya es el piloto más exitoso de la historia. ¿Es mérito suyo o únicamente de su coche?

Ya ha conseguido igualar o batir todos los récords que tiempo atrás parecían inalcanzables. A pesar de esto, se sigue desprestigiando su éxito por la superioridad de Mercedes, pero, ¿cuánto hay de cierto en esto?

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F1 | Lewis Hamilton ya es el piloto más exitoso de la historia. ¿Es mérito suyo o únicamente de su coche?
Fuente imagen: Google Imágenes

Parecía imposible igualar los récords de Michael Schumacher. Siete títulos mundiales, noventa y una victorias y otras tantas pole positions y vueltas rápidas para un piloto de leyenda y su asociación con la Ferrari de principios de siglo, la más fuerte de la historia… hasta ahora.

En 2013, Lewis Hamilton iniciaba su andadura con el equipo Mercedes, equipo que únicamente contaba con una victoria desde su regreso a la Fórmula 1, y tomando el relevo en el equipo de, precisamente, Michael Schumacher. Por aquel entonces, el piloto inglés sólo contaba con una corona en su palmarés, y tras varios años que empezaban con serias opciones con McLaren pero que se iban diluyendo a lo largo de la temporada, decidía iniciar una nueva aventura con la escuadra alemana.

Tras una primera temporada en la que ya llegaron las victorias de manera más regular para Mercedes, llegaba la era híbrida, y con ella, siete años consecutivos de dominio cuasi absoluto e incontestable, en la que la categoría reina ha caído en la clásica frase con la que se conocía al fútbol antiguamente, ya saben, “ese deporte en el que juegan 11 contra 11 y siempre gana Alemania…”

Y en esos siete años de triunfos para la escudería de la estrella, y en cierto modo, la larga travesía para el resto de equipos, la figura de Lewis Hamilton se ha erigido por encima de todos los demás, exceptuando el año 2016, en el que un Rosberg paciente y tal vez un tanto afortunado consiguieron arrebatarle el título por la mínima.

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El piloto de Stevenage ha ido cosechando victorias, pole positions y vueltas rápidas como una apisonadora a medida que pasaban los años, hasta llegar a conseguir lo que parecía imposible. En el último Gran Premio celebrado en Turquía, Hamilton igualaba los siete títulos mundiales del Káiser. Antes de esto, ya había conseguido superar su número de victorias, vueltas rápidas y primeros puestos en clasificación. Un auténtico hito superar uno de los récords más desiguales entre todos los deportes de más alto nivel.

Pero aquí es donde entra el debate. Al igual que le pasó, y le sigue pasando a Schumacher hoy en día, un número importante de la afición, de la no afición e incluso miembros reputados y compañeros de profesión de estos pilotos, achacan estos éxitos casi en exclusiva al dominio incontestable de sus monoplazas y sus escuderías.

Esta opinión, en su punto más básico, podría llegar a ser cierta. La Fórmula 1 jamás ha sido un deporte individual. Detrás de cada piloto hay un equipo con cientos de los mejores ingenieros, mecánicos, analistas y estrategas del mundo, todos trabajando y peleando por un único fin, y este es ganar. Es innegable que los éxitos en la competición sólo son posibles si cuentas con la mejor montura y estructura de tu lado, pero, por otro lado, también resulta evidente que al final, sólo puede ganar uno. Y siendo objetivos, parece imposible encontrar un campeón que no contara con un conjunto ganador o, al menos, preparado para luchar contra el mejor.

Repasando la carrera de Lewis Hamilton, queda muy claro que nunca ha sido uno más. Desde sus inicios más humildes, recorriendo mundo con su padre mientras éste era capaz de hipotecar su futuro para que su hijo llegara lejos, siempre ha sido capaz de destacar. Karting o categorías de promoción, ganando en cada nuevo peldaño que recorría, y ganándose la atención y el respaldo de nada más y nada menos que Ron Dennis. Siendo competitivo y luchando por el mundial hasta la última prueba en su primer año, siendo capaz de ganarlo en su segunda temporada. Incluso sobresaliendo en el atípico 2009 en el que todo lo anteriormente visto daba un vuelco, y los equipos grandes pasaban a un segundo plano, el heptacampeón del mundo conseguía hacer brillar a aquel McLaren.

Con toda esta reflexión podemos sacar varias cosas en claro. Sí, Hamilton ha ganado teniendo el mejor coche, de la misma manera que lo han hecho todos los demás. Pero la tan extendida visión de que todos o casi todos los pilotos o rivales con los que se ha encontrado serían capaces de lograr todo lo que él ha conseguido con las mismas condiciones, resulta muy difícil de asumir.

Ganar con el mejor coche es fácil, conseguir ganar tantas veces, con temporadas tan largas y las variables que esto conlleva, con un número tan pequeño de errores, con tal consistencia y con la motivación y las ganas de seguir siendo el mejor tras haber conseguido tanto, es mucho más difícil.

Por otra parte, hay que destacar que en la categoría reina se encuentran, si no los mejores pilotos de la actualidad, veinte de los mejores, y para destacar no basta con partir con la ventaja del coche, también hay que brillar cuando todo se iguala, cuando todo se complica. La prueba del pasado fin de semana, en la que llegaba su séptimo campeonato, es un buen ejemplo de lo que esto significa. Sumar siempre, no cometer errores, ser constante y rápido incluso cuando a su alrededor parece que están realizando actuaciones espectaculares, como era el caso. Pero cuando termina la carrera, hay un hombre por delante del resto, y con más de veinte segundos de ventaja. Ese es Lewis Hamilton.

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En un mundo tan competitivo como éste o el deporte de alto nivel en general, lo complicado no es triunfar, sino repetir el triunfo. Y aquí es donde las estrellas sobresalen por encima de los demás. Un gran campeón, por encima de cualquier otra cosa, es un gran líder y hombre de equipo. La motivación y la necesidad de ser el mejor son armas muy poderosas y elementos fundamentales para aspirar a grandes cosas, y los mejores líderes saben transmitir esa fuerza a sus compañeros para que nunca se acabe su hambre de victoria. Hamilton es uno de esos escasos ejemplos, como en su día lo fueron leyendas como Schumacher dentro de la Fórmula 1, o por ejemplo Michael Jordan en baloncesto.

Es fácil, como aficionado o como amante de este deporte, querer que las cosas estén más igualadas, lo que conlleva más incertidumbre, más variedad y más emoción, y que resulte más entretenido. Incluso es sencillo llegar a generar cierta manía y sentir desesperación ante tal apabullamiento. Pero es un tremendo y rotundo error culpar a Hamilton y a Mercedes de este dominio, cuando su único delito es haber hecho mejor trabajo que los demás. Mucho peor es desprestigiar sus éxitos por estos motivos. El tiempo y los resultados, al fin y al cabo, no han hecho sino demostrar quién ha sido el mejor de su tiempo y uno de los mejores, o el mejor, de todos los tiempos.

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