¿Sabías que la tradición de rociar champagne en el podio se originó fuera de la F1?
Como cada jueves, traemos un nuevo tema de ¿Sabías qué?. En esta ocasión, repasaremos como empezó la tradición de rociar champagne en el motorsport y sus particularidades dentro de la F1.
Muchos simpatizantes de las bebidas se habrán relamido al visualizar el título de la típica sección que traemos a nuestros seguidores cada jueves. Ellos seguramente sabrán acerca de varios datos de esta bebida, pero para quienes no, deben tener en cuenta que Champagne es una antigua región de Francia que se hizo conocida por su delicioso vino espumante. La trascendencia que obtuvo esta bebida derivó en que el nombre de la antigua provincia del país galo se haya convertido en la denominación de origen para este líquido. Debido a ello, solo en aquel lugar se le puede llamar champagne, en tanto que en el resto del mundo se debe llamarlo vino espumante para pronunciarlo correctamente.
Ahora bien, los aficionados del deporte motor coincidirán en que la celebración en el podio es uno de los momentos más esperados tras la finalización de una carrera. En ese momento se agita la botella de champagne y se procede a rocear la bebida junto a los demás pilotos que estén en la tarima de premiación. Sin embargo, eso no siempre fue así. En 1950 se disputó la primera carrera en el circuito Gueux en Reims, región de Champagne en Francia. Como parte de los galardones, los organizadores decidieron otorgar una botella de vino espumante a los afortunados, aunque en aquella época los conductores se guardaban el frasco contenedor de la bebida para degustarlo en otra ocasión.
El inicio de la tradición debió esperar más de una década, cuando, en 1966, Jo Siffert hizo saltar las espumas del champagne tras haber triunfado en las 24 Horas de Le Mans. Los hombres de Ford rebosaron de felicidad tras haberle arrebatado la victoria de la mítica competencia a Ferrari luego de unos años sin éxitos. Tras el evento, el piloto ganador destapó una botella que había sido expuesta mucho tiempo al sol, la presión se hizo incontenible y este rito se efectuó por primera vez de manera accidental.
A moment we'll never forget 🍾 Drink it in, TT!#PoweredByHonda pic.twitter.com/vb75FghUwd
— Honda Racing F1 (@HondaRacingF1) June 30, 2019
Al año siguiente, Ford volvió a triunfar. Dan Gurney fue uno de los que recibió una botella de champagne entregada por Moët et Chandon. Según dichos del propio piloto, este aseguró: "Subimos a la plataforma (del podio) y alguien me dio una botella gigante de Champagne. Fue un logro enorme, después de muchos intentos. En siete ocasiones ni siquiera terminé la carrera y pensé, vamos a hacer algo". Posteriormente agitó la botella y colocó su dedo para crear así la lluvia espumosa que dejó asentada la tradición que persiste hasta hoy en día.
Pasando por varias marcas, y habiendo pasado de botellas a una Jeroboam que contiene hasta tres litros, la Fórmula 1 también se adueñó de esta tradición y los pilotos celebran creando esa lluvia carrera tras otra. Sin embargo, no todos los eventos lo admiten y eso constituye una de las particularidades del gran circo. Abu Dhabi es la excepcióna a esta regla, ya que su cultura islámica prohíbe injerir alcohol al aire libre; sin embargo, sus particularidades si lo permiten en espacios cerrados, es por eso que al bajar del podio y meterse en la sala de espera sí lo pueden hacer.
Sin embargo, la lluvia espumosa sí existe en Yas Marina, ya que los pilotos que suben al podio suelen recibir una bebida con infusiones que contiene burbujas. En la actualidad, la Fórmula 1 le compra el champagna a Carbon, que como su nombre lo indica, produce unas peculiares botellas de fibra de carbono que necesitan de unos cuatro años de elaboración. Sumado a ello, sabemos que en el gran circo todo tiene precios desorbitados, es por eso que estas botellas le costaron, según se supo en 2017, 3.000 dólares cada una.
También te podría interesar:
