¿Sabías qué la mayor remontada en Hungría fue de Michael Schumacher?
¿Sabías qué la mayor remontada en Hungría fue de Michael Schumacher? El alemán recuperó 27 segundos en 19 vueltas para alzarse con la victoria.
16 de agosto de 1998, hacía doce años que la Fórmula 1 había desembarcado en Hungría, el primer circuito tras el “Telón de Acero” que visitaba el mundial de Bernie Ecclestone.
Pero esta vez la guerra no iba de aliados, ni alemanes ni rusos. En el circuito magiar de Hungaroring se libró una de las batallas más épicas de la historia de la competición que se recuerda.
En un bando,el equipo McLaren-Mercedes de Ron Dennis y capitaneado por el mago de la ingeniería, Adrian Newey. A los mandos de las fechas de plata, Mika Hakkinen y David Coulthard.
En el bando rival, se presentaban a 16 puntos de distancia en el mundial de pilotos, la Scuderia Ferrari de Jean Todt, dirigida por el mayor estratega de la Fórmula 1, el ingeniero Ross Brawn, quién tras desembarcar en 1997 en la Scuderia, a petición del doble campeón del mundo Michael Schumacher, creó un sólido Ferrari F300.
El monoplaza transalpino no era el más veloz, pero sí era de largo el más fiable y su piloto número uno, el más rápido y agresivo de la parrilla.
Hungaroring no es un circuito fácil para adelantar, es estrecho y con cambios de dirección continuos, por ello la clasificación se antojaba de lo más crucial para el devenir de la carrera.
El Ferrari de Schumacher sólo pudo ser tercero en la cronometrada, por detrás de los McLaren de Hakkinen, primer clasificado y de Coulthard, segundo y fiel escudero del finlandés.
El domingo, y tras apagarse el semáforo, un jarro de agua fría recorrió a los tifosi y al equipo Rossonero. Michael Schumacher, pese a salir por el lado limpio de la pista, no pudo adelantar a Coulthard en la salida y casi se ve superado por el Jordan de un combativo Damon Hill.
Llegó la vuelta 25 de un total de 77 y viendo como se evaporaban sus opciones de victoria tras regresar a pista en las mismas posiciones tras el paso por boxes, Ross Brawn empezó a ejecutar un cambio de estrategia, arriesgado, casi imposible. Pero si alguien lo podía realizar era él y su piloto.
Sabía que Michael era más rápido que los dos Mclaren en carrera, pero se estaba viendo perjudicado por el tapón que estaba ejerciendo el escocés Coulthard para que su jefe de filas pudiera abrir espacio entre él y su más inmediato perseguidor en el mundial.
¿Cómo le iban a dar pista libre a Michael adelantando a Coulthard?
Radio Schumy:
-“Michael , pégate todo lo posible a David, vamos a cambiar de estrategia para que puedas adelantarlo”.
-“Entendido”. El germano entendió la jugada mientras sus ojos brillaban ante la posibilidad que se le presentaba.
En la vuelta 42 la Scuderia ejecuta el plan. Todo o nada, victoria o vergüenza.
El Ferrari número 3, pegado al alerón trasero del Mclaren de David Coulthard y a 3,5 segundos del líder, Mika Hakkinen, cambia de dirección en la última curva y se dirige de nuevo a los boxes.
La tensión es máxima en el muro. En un primer momento los de Mclaren piensan que es un error de estrategia de los de rojo entrar tan pronto a realizar la segunda parada. Hasta que ven el crono del Pit Stop de Schumacher: 6,8 segundos. Han cambiado los neumáticos y cargado muy poca gasolina, será necesaria otra parada del Kaiser pero, su ritmo va a ser muy rápido.
Cuando Schumacher aún conduce por el Pit Lane para reincorporarse a la pista, un chasquido suena en la radio:
-"Tienes 19 vueltas para recuperar 25 segundos"- dijo un sereno Ross Brawn.
-"Muchas gracias"- respondió un encendido Schumacher. Y el silencio.
Mclaren llamó inmediatamente a Coulthard para copiar la estrategia y poder parar al alemán y,pese a que lo hicieron al siguiente paso por meta, ya era demasiado tarde, Michael pasó delante de David a su paso por la recta principal. Empezaba la persecución al crono.
La sangría de tiempo era incontrolable, aquél Ferrari en manos del Kaiser en aire limpio era de otra galaxia. Con pánico descontrolado llaman a Hakkinen en la vuelta 46 para realizar su segunda parada y forzar a Schumacher a tener que adelantar en una pista que es casi imposible hacerlo.
La jugada no les pudo salir peor, Hakkinen vuelve segundo a pista, pero Michael les ha adelantado y ya les mete cinco segundos de ventaja.
En sólo cuatro vueltas la mitad del plan ha sido ejecutado a la perfección, pero falta lo más difícil: abrir una brecha de otros veinte segundos para que, cuando tuviera que hacer su tercera y definitiva parada, el tiempo en boxes compensara la distancia con el segundo y salir en primera posición.
Ver pilotar a Michael luchando contra el tiempo y dando bocados al cronómetro como un caníbal era como estar viendo “La Cabalgata de las Valquirias” de Richard Wagner, una majestuosa, perfecta y milimétrica obra de arte.
En Mclaren saltaba otra alarma, Mika Hakkinen reportaba problemas en su monoplaza, los amortiguadores estaban fallando. Inmediatamente y en un intento inútil de conservar alguna remota posibilidad de victoria, ordenó al finlandés, que dejara pasar a su compañero y que éste apretara al máximo.
Y llegó el momento. A falta de 16 vueltas para el final, Schumacher entró a boxes por última vez con 26,9 segundos de ventaja a su inmediato perseguidor. Y podría haber sido superior la ventaja del alemán de no ser por una excursión a la hierba en la vuelta 52.
A la salida de boxes el de Ferrari seguía manteniendo la primera posición de manera holgada frente a un Coulthard que nunca fue rival y un Hakkinen que solamente llegaría a ser sexto, salvando un punto.
Tras la carrera las palabras de Michael trataban de expresar todo lo que había vivido durante la carrera:
"Fue increíblemente emotivo al final. Las personas se volvieron locas. Gracias a todos ellos por ayudarme y hacer de esta una de mis victorias más especiales. Tuve el sueño de que algo como esto podría suceder, pero pensé que era sólo un sueño. Yo no podía esperar esto. El equipo tomó la estrategia correcta y ha hecho un gran trabajo. No funcionó al principio y tuve que empujar como un demonio cuando Ross decidió ir a por las tres paradas. Cuando me dijo lo que tenía que hacer, le dije ‘muchas gracias’. Eran como 60 vueltas de calificación en definitiva, pero funcionó".
Sin embargo Ross Brawn sabía que con los mejores, lo imposible es posible:
“Michael siempre se crece ante la ocasión. Empezamos la carrera con una estrategia abierta, pero una vez que estábamos detrás, tuvimos que ir a por las tres paradas. Era un riesgo, pero no teníamos nada que perder. Le dije lo que tenía hacer y fue mucho pedir, pero ya lo ha hecho antes”.
La leyenda de Michael Schumacher, el equipo Ferrari y de Ross Brawn se hicieron inconmensurables a partir de ese día. No tenían el coche más rápido del campeonato, pero sí al mejor piloto y al mejor estratega. Esa es la grandeza de los grandes pilotos y los grandes equipos.
De los mejores.