Por qué no podemos perder el Gran Premio de España
La Fórmula 1 llega a España con un futuro incierto, y este Gran Premio es algo que Barcelona, España y la propia Fórmula 1 no deberían permitirse perder.
( palabras)
Preparo la mochila de la comida, meto las últimas cosas en la maleta y la cierro, reviso por decimocuarta vez si llevo las entradas (¿o era la decimoquinta?), cojo mi tienda de campaña, cargo el coche, y justo antes de cerrar… si, reviso por decimosexta vez si he guardado las entradas.
Ya está todo preparado, en escasas horas pongo rumbo a Barcelona, para vivir el que sin duda ha sido el fin de semana más esperado del año para mí durante casi toda mi vida, el fin de semana del Gran Premio de España de Fórmula 1 en el Circuit de Barcelona-Cataluña.
Todo comenzó para mí en el año 2003. Aquel año, cuando todavía no alcanzaba el metro de altura y con sólo 5 años, mi padre, un fiel aficionado de toda la vida a este deporte, se atrevió a llevar a un niño a que viera de cerca aquellos coches tan rápidos y con ese sonido celestial con los que ya desde tan pequeño soñaba. Creo que nunca le estaré suficientemente agradecido por haberme brindado aquella oportunidad.
La primera imagen de un Fórmula 1 se la debo, cómo no, a mi padre y a un hombre encargado de controlar una de las entradas de la grada del estadio. Nunca nos pudimos permitir entradas para aquella zona, pero llegamos al circuito justo antes del término de la tercera sesión de entrenamientos libres, y mi padre le pidió a aquel hombre si su hijo se podía asomar por detrás de la valla para ver la última pasada de los coches. En aquella época, aún no existía la chicane antes del último viraje a derechas del trazado catalán, y los Fórmula 1 encaraban prácticamente a fondo las dos últimas curvas, acelerando desde la salida de la curva 11. Sólo tuve tiempo de visualizar un coche, pero no hizo falta más. De repente, un monoplaza rojo encaró aquella curva 11, trazándola a la perfección, y saliendo de ella por encima del piano y con el pedal a fondo para trazar las dos últimas curvas del circuito en busca de su mejor tiempo. Jamás seré capaz de olvidar la sensación de asombro, emoción y felicidad que me produjo ver cómo ese coche que hasta entonces sólo había visualizado por televisión o en el póster gigante de mi habitación cobraba vida delante de mí. Michael Schumacher y su Ferrari con aquel atronador a la vez que fino y dulce V10 me regalaban una de las imágenes de mi vida.
Ésta es sólo una de las mil historias que me ha regalado este deporte, este Gran Premio y éste circuito, y sé que, como yo, miles de personas esperan la llegada de este fin de semana con esa misma ilusión.
Pero este año hay una diferencia. La Fórmula 1 llega a tierras españolas con una nube de preocupación encima. A día de hoy, y sin nada claro a la vista en las próximas semanas, el Circuit de Barcelona afronta el que podría ser su último Gran Premio, y miles de aficionados como yo vivimos expectantes y angustiados ante la posibilidad de perder nuestra carrera de casa. Debido a diversos problemas políticos y económicos, y ante la inminente llegada de nuevos circuitos y países al Gran Circo, como Vietnam, que formará parte del calendario de la competición a partir de 2020, o si se confirman los rumores, la inminente entrada del GP de Holanda y en fechas muy próximas o coincidentes a la celebración de la prueba española, han hecho saltar las alarmas mientras veíamos avanzar el calendario y la renovación con el Circuit, lejos de avanzar, se antojaba cada vez más difícil.
La pérdida de este evento supondría un varapalo de dimensiones épicas en varios frentes. En primer lugar, por lo difícil que sería recuperarlo debido al elevado coste económico que supone el ‘fee’ o canon que pide la Fórmula 1 a circuitos externos al calendario vigente. En segundo lugar, en el impacto económico sobre la Ciudad Condal y sus alrededores. Es cierto que actualmente el circuito y el ayuntamiento de Barcelona, co-propietario del mismo, tienen que desembolsar una elevada cifra para albergar esta cita, y se define como uno de los principales motivos del estancamiento de las negociaciones, pero no se han tenido en cuenta las cifras que deja la propia competición en la zona. Según ciertos estudios, estos valores superan los 150 millones de euros, multiplicando hasta por siete el importe que pide la F1, y los diversos servicios colindantes saben aprovecharlo con mucha astucia. Por ejemplo, el precio de los hoteles en Barcelona y su área metropolitana llega a triplicar su precio normal el fin de semana del Gran Premio.
En tercer lugar, y no menos importante, el coste humano: La pérdida de este evento supone un golpe muy duro para muchos profesionales de este "mundillo": Comisarios y responsables del circuito, todos con una dilatada experiencia y con una increíble devoción por el mundo de las carreras, han logrado que año tras año la cita tuviera una organización ejemplar y sin fallos.
Otro colectivo de profesionales que pierde mucho si estos rumores se cumplen son los propios pilotos. Durante muchos años, el automovilismo fue un deporte minoritario en nuestro país, y es gracias al apoyo del Circuit como de algunos de sus directivos por lo que consiguieron sacar adelante sus carreras. El mismo Pedro Martínez de la Rosa, en la carrera de resistencia organizada en el Circuito de Karting de Fernando Alonso, mostraba su preocupación por la actual situación, a la vez que se acordaba de Sebastiá Salvadó, uno de los mayores impulsores del Circuit y del Gran Premio de España, y uno de los mayores artífices de su debut en la categoría reina.
Por supuesto, esto supone un revés importante para los aficionados. A lo largo de sus 28 años albergando esta cita, el Circuit ha logrado obtener un número de aficionados asistentes muy digno a pesar de la poca repercusión de este deporte en nuestro país en sus inicios, situándose ya en sus primeros años por encima de los 75.000 espectadores, y con un récord de asistencia de casi 350.000 en los años de éxitos de Fernando Alonso en la competición, cifras que superan con creces las obtenidas por otros circuitos en nuestro país como Jerez que, aunque siempre contó con una afición muy fiel, nunca consiguió una asistencia en masa. Además, en el circuito catalán, siempre se ha producido una circunstancia muy curiosa: Exceptuando la época de auge del "alonsismo", se estima que sólo un 30% de los espectadores eran españoles, y la asistencia siempre se ha sostenido mayoritariamente por aficionados extranjeros, ya fueran alemanes, franceses, ingleses o italianos, y más recientemente finlandeses, daneses u holandeses. Para mucha gente se ha convertido en lugar de peregrinaje del automovilismo, ya sea porque por su posición estratégica algunos se encuentran con un Gran Premio casi más cerca que el de casa, ya sea por el coste de las entradas, más “económico” que en otros Grandes Premios europeos, o sencillamente por el encanto del trazado, del clima, de los aficionados, del lugar y del ambiente de carreras que se genera.
El futuro se antoja difícil, al menos en las próximas semanas, y es en estos momentos complicados cuando más hay que aferrarse a lo que este Gran Premio, esta ciudad y este circuito nos han regalado durante sus casi 30 años de historia. El Circuit nos ha brindado algunas de las imágenes más icónicas de este deporte, como el famoso duelo en el GP inaugural entre Ayrton Senna y Nigel Mansell en el que recorrieron toda la recta principal rueda a rueda a más de 300 kilómetros por hora, o aquel año 1996 en la que el país del sol y del calor fue el protagonista de una de las primeras carreras suspendidas por exceso de lluvia, que significó la primera victoria de muchas de Michael Schumacher en Ferrari, en una de sus magistrales actuaciones sobre mojado, y cómo olvidar aquellas dos victorias tan esperadas durante tantos años de un piloto español, especialmente la de 2006, en la que algunos pilotos como el asturiano llegaron a afirmar que escuchaban más a la grada que al motor de su propio coche al paso de Fernando Alonso.
Este evento ha sido, es y será un regalo para todos nosotros, y ni Barcelona, ni España ni la propia Fórmula 1 podemos dejarlo escapar.
Ya está todo preparado, en escasas horas pongo rumbo a Barcelona, para vivir el que sin duda ha sido el fin de semana más esperado del año para mí durante casi toda mi vida, el fin de semana del Gran Premio de España de Fórmula 1 en el Circuit de Barcelona-Cataluña.
Todo comenzó para mí en el año 2003. Aquel año, cuando todavía no alcanzaba el metro de altura y con sólo 5 años, mi padre, un fiel aficionado de toda la vida a este deporte, se atrevió a llevar a un niño a que viera de cerca aquellos coches tan rápidos y con ese sonido celestial con los que ya desde tan pequeño soñaba. Creo que nunca le estaré suficientemente agradecido por haberme brindado aquella oportunidad.
La primera imagen de un Fórmula 1 se la debo, cómo no, a mi padre y a un hombre encargado de controlar una de las entradas de la grada del estadio. Nunca nos pudimos permitir entradas para aquella zona, pero llegamos al circuito justo antes del término de la tercera sesión de entrenamientos libres, y mi padre le pidió a aquel hombre si su hijo se podía asomar por detrás de la valla para ver la última pasada de los coches. En aquella época, aún no existía la chicane antes del último viraje a derechas del trazado catalán, y los Fórmula 1 encaraban prácticamente a fondo las dos últimas curvas, acelerando desde la salida de la curva 11. Sólo tuve tiempo de visualizar un coche, pero no hizo falta más. De repente, un monoplaza rojo encaró aquella curva 11, trazándola a la perfección, y saliendo de ella por encima del piano y con el pedal a fondo para trazar las dos últimas curvas del circuito en busca de su mejor tiempo. Jamás seré capaz de olvidar la sensación de asombro, emoción y felicidad que me produjo ver cómo ese coche que hasta entonces sólo había visualizado por televisión o en el póster gigante de mi habitación cobraba vida delante de mí. Michael Schumacher y su Ferrari con aquel atronador a la vez que fino y dulce V10 me regalaban una de las imágenes de mi vida.
Ésta es sólo una de las mil historias que me ha regalado este deporte, este Gran Premio y éste circuito, y sé que, como yo, miles de personas esperan la llegada de este fin de semana con esa misma ilusión.
Pero este año hay una diferencia. La Fórmula 1 llega a tierras españolas con una nube de preocupación encima. A día de hoy, y sin nada claro a la vista en las próximas semanas, el Circuit de Barcelona afronta el que podría ser su último Gran Premio, y miles de aficionados como yo vivimos expectantes y angustiados ante la posibilidad de perder nuestra carrera de casa. Debido a diversos problemas políticos y económicos, y ante la inminente llegada de nuevos circuitos y países al Gran Circo, como Vietnam, que formará parte del calendario de la competición a partir de 2020, o si se confirman los rumores, la inminente entrada del GP de Holanda y en fechas muy próximas o coincidentes a la celebración de la prueba española, han hecho saltar las alarmas mientras veíamos avanzar el calendario y la renovación con el Circuit, lejos de avanzar, se antojaba cada vez más difícil.
La pérdida de este evento supondría un varapalo de dimensiones épicas en varios frentes. En primer lugar, por lo difícil que sería recuperarlo debido al elevado coste económico que supone el ‘fee’ o canon que pide la Fórmula 1 a circuitos externos al calendario vigente. En segundo lugar, en el impacto económico sobre la Ciudad Condal y sus alrededores. Es cierto que actualmente el circuito y el ayuntamiento de Barcelona, co-propietario del mismo, tienen que desembolsar una elevada cifra para albergar esta cita, y se define como uno de los principales motivos del estancamiento de las negociaciones, pero no se han tenido en cuenta las cifras que deja la propia competición en la zona. Según ciertos estudios, estos valores superan los 150 millones de euros, multiplicando hasta por siete el importe que pide la F1, y los diversos servicios colindantes saben aprovecharlo con mucha astucia. Por ejemplo, el precio de los hoteles en Barcelona y su área metropolitana llega a triplicar su precio normal el fin de semana del Gran Premio.
En tercer lugar, y no menos importante, el coste humano: La pérdida de este evento supone un golpe muy duro para muchos profesionales de este "mundillo": Comisarios y responsables del circuito, todos con una dilatada experiencia y con una increíble devoción por el mundo de las carreras, han logrado que año tras año la cita tuviera una organización ejemplar y sin fallos.
Otro colectivo de profesionales que pierde mucho si estos rumores se cumplen son los propios pilotos. Durante muchos años, el automovilismo fue un deporte minoritario en nuestro país, y es gracias al apoyo del Circuit como de algunos de sus directivos por lo que consiguieron sacar adelante sus carreras. El mismo Pedro Martínez de la Rosa, en la carrera de resistencia organizada en el Circuito de Karting de Fernando Alonso, mostraba su preocupación por la actual situación, a la vez que se acordaba de Sebastiá Salvadó, uno de los mayores impulsores del Circuit y del Gran Premio de España, y uno de los mayores artífices de su debut en la categoría reina.
Por supuesto, esto supone un revés importante para los aficionados. A lo largo de sus 28 años albergando esta cita, el Circuit ha logrado obtener un número de aficionados asistentes muy digno a pesar de la poca repercusión de este deporte en nuestro país en sus inicios, situándose ya en sus primeros años por encima de los 75.000 espectadores, y con un récord de asistencia de casi 350.000 en los años de éxitos de Fernando Alonso en la competición, cifras que superan con creces las obtenidas por otros circuitos en nuestro país como Jerez que, aunque siempre contó con una afición muy fiel, nunca consiguió una asistencia en masa. Además, en el circuito catalán, siempre se ha producido una circunstancia muy curiosa: Exceptuando la época de auge del "alonsismo", se estima que sólo un 30% de los espectadores eran españoles, y la asistencia siempre se ha sostenido mayoritariamente por aficionados extranjeros, ya fueran alemanes, franceses, ingleses o italianos, y más recientemente finlandeses, daneses u holandeses. Para mucha gente se ha convertido en lugar de peregrinaje del automovilismo, ya sea porque por su posición estratégica algunos se encuentran con un Gran Premio casi más cerca que el de casa, ya sea por el coste de las entradas, más “económico” que en otros Grandes Premios europeos, o sencillamente por el encanto del trazado, del clima, de los aficionados, del lugar y del ambiente de carreras que se genera.
El futuro se antoja difícil, al menos en las próximas semanas, y es en estos momentos complicados cuando más hay que aferrarse a lo que este Gran Premio, esta ciudad y este circuito nos han regalado durante sus casi 30 años de historia. El Circuit nos ha brindado algunas de las imágenes más icónicas de este deporte, como el famoso duelo en el GP inaugural entre Ayrton Senna y Nigel Mansell en el que recorrieron toda la recta principal rueda a rueda a más de 300 kilómetros por hora, o aquel año 1996 en la que el país del sol y del calor fue el protagonista de una de las primeras carreras suspendidas por exceso de lluvia, que significó la primera victoria de muchas de Michael Schumacher en Ferrari, en una de sus magistrales actuaciones sobre mojado, y cómo olvidar aquellas dos victorias tan esperadas durante tantos años de un piloto español, especialmente la de 2006, en la que algunos pilotos como el asturiano llegaron a afirmar que escuchaban más a la grada que al motor de su propio coche al paso de Fernando Alonso.
Este evento ha sido, es y será un regalo para todos nosotros, y ni Barcelona, ni España ni la propia Fórmula 1 podemos dejarlo escapar.