Carlos Sainz vuelve a uno de sus circuitos fetiche
Carlos Sainz vuelve a uno de sus circuitos fetiches. En el Gran Premio de Mónaco, el madrileño ha demostrado ser el piloto que lo llevó a Renault y espera que en este 2018 la suerte no cambie y vuelva a tener una gran carrera.
Mónaco es un circuito que no perdona. Un trazado conocido por todos, pero complicado y difícil como el que más. Es la carrera del piloto por excelencia y cualquier error te deja fuera de combate y mientras que la gran mayoría de pilotos temen al circuito monegasco, hay pilotos que la disfrutan y desean la cita de Montecarlo por encima de las demás. Uno de esos casos es Carlos Sainz.
El piloto español tiene el circuito de Mónaco marcado como uno de sus circuitos fetiches. Allí ha dado lecciones a todos de cómo conducir y como llegar lejos con una máquina que no está para llegar lejos. En sus tres carreras en el trazado más corto del mundial, Carlos ha puntuado en las tres y siempre ha calificado dentro de Q3. Y todo ello con un coche como el Toro Rosso.
Carlos ha ido de menos a más en Mónaco. En su primer año calificó en octava posición, sin embargo, por no acudir al pesaje le tocó partir desde la última plaza. Lejos de quedarse atrás, sacó lo mejor de él mismo para remontar y acabar 10º en su debut, por delante de Max Verstappen en qualy y carrera, un Max Verstappen que en aquel momento era su compañero de equipo.
En su segundo año escaló una poco más en qualy y carrera. Calificó dentro de Q3, 7º sacando 5 décimas a su compañero Kvyat. En una carrera que tuvo lluvia y pista seca, Carlos controló a la perfección la situación a pesar de acabar de 8º. De nuevo en los puntos, en Q3 y por delante de su compañero.
Aunque la gran lección llegó el año pasado. Carlos nos dejó boquiabiertos con una mágica vuelta que le permitió calificar 6º. En carrera, solo se limitó a controlar su prueba y acabó en la misma posición en la que empezó. Fue una de sus mayores lecciones en Fórmula 1, y por cosas así quizá hoy está en Renault.
Y esa es la gran esperanza de Carlos en este 2018. En un circuito en el que el coche importa, pero no tanto como en otras carreras, quiere volver a demostrar de que pasta está hecho en el circuito más difícil del mundial y en el que los errores, que no ha tenido en sus tres años en el Gran Circo, no perdonan.