¿Es Mercedes el culpable de la falta de espectáculo en la Fórmula 1 actual?
Nos preguntamos por qué los aficionados de la categoría reina "desean" ver a la escudería alemana fallar después de seis años de triunfos.
La Fórmula 1 vive una época de dominio absoluto y abrumador por parte de Mercedes. Seis años de hegemonía absoluta por parte de los germanos en los que el trabajo en equipo, el buen hacer, la concentración, la calma y el talento de todos los miembros del equipo, desde el primero hasta el último, han dejado constantemente a sus rivales en fuera de juego y han superado todos los récords posibles.
La escudería de la estrella está reconocida sin duda como la mejor de la parrilla, y Lewis Hamilton, Jefe de filas y seis veces campeón del Mundo, el reconocido por todos como el mejor piloto. Sin embargo, y a pesar de este hecho, existe algún acontecimiento pasado relevante en el que se pueden sacar algunas conclusiones. Sin ir más lejos, el Gran Premio de Alemania es buen ejemplo de ello.
En la carrera de casa, la escudería con sede en Brackley celebraba también 200 pruebas en la categoría reina, así como sus 125 años de historia. Incluso los mecánicos y los ingenieros llevaban los monos y equipación con decoración especial conmemorando la cifra. Esa cita que debía ser una fiesta, y en la que tuvo lugar una de las carreras más locas y apasionantes de la década, terminó resultando una pesadilla para el equipo de la estrella. Sus dos pilotos sucumbían a la lluvia y acababan contra el muro, siendo la primera carrera del año que ninguno de los dos pilotos subía al pódium.
Las reacciones de la grada, sin embargo, no fueron las que cabría esperar de un público alemán animando a su escudería predilecta en un Gran Premio financiado expresamente por Mercedes. El público enloquecía y daba saltos tras estos dos abandonos, dejando evidencia que esos síntomas exacerbados de alegría después de ver a Lewis Hamilton y Valtteri Bottas, dependían única y exclusivamente de que el equipo dominante al completo quedara fuera de carrera.
Lo que esta situación refleja, y que es más que evidente, es que la gran mayoría de público, al menos en el circuito, deseaba ver al equipo de la estrella lejos de la lucha por la victoria, y de esta forma ver cómo ese dominio quedaba por una vez al margen. Una actitud que aunque entendible si deseas ver un cambio en la jerarquía actual, no deja de ser reprochable. Un acto similar sería extraño de ver en circuitos como Monza, donde la entrega de los tifosi es incondicional a escudo y a sus pilotos, sin importar los años de triunfos que acumule Ferrari.
Es innegable, y la historia así lo demuestra, aunque mucha gente viva anclada en el “cualquier tiempo pasado fue mejor”, que la Fórmula 1 siempre ha sido un deporte de dominios con la excepción de alguna temporada de igualdad mecánica. Aun así, gran parte de sus aficionados, así como de otros deportes, son muy críticos con estas etapas, y sólo se toleran o se viven con agrado si existe una pelea muy cercana. Citando como ejemplo, la época Schumacher-Ferrari levantó muchas ampollas entre los espectadores, llegando incluso a servir de excusa para manchar la reputación de esta dupla y ser acusados de favoritismo o incluso ser llamados tramposos. Un trato parecido fue el recibido por Sebastian Vettel y Red Bull a principio de la década y es el mismo “castigo” que recibe hoy en día Mercedes. Sin embargo, no vivió la misma suerte McLaren en sus años dorados con Honda, ya que se supo explotar muy bien la rivalidad entre dos titanes como Senna y Prost en igualdad de condiciones.
Llegamos así a la conclusión de que, ya sea por la actual necesidad de entretenimiento instantáneo, o la entrada de público afectado por el fanatismo y la necesidad de ver a su piloto o equipo predilecto triunfar, el equipo vencedor, es decir, el que debería recibir elogios y felicitaciones por mantener el mejor estado de forma durante tantos años consecutivos, es en muchas ocasiones el más criticado por ser el supuesto responsable de la falta de espectáculo en las carreras.
Deberíamos hacer un período de reflexión y analizar quién tiene de verdad la culpa de que no haya más lucha. El equipo o el piloto que mejor realice su trabajo debería ser siempre elogiado, y no constantemente atacado o criticado. Grandes pilotos en grandes equipos y con la mejor máquina fracasaron en muchas ocasiones, así como los mejores ingenieros o diseñadores no supieron dar con la tecla en otros proyectos. Equipos que consigan aunar todo el talento y extraer el mejor potencial de él sin fallos, deberían ver su esfuerzo recompensando no sólo a través de los premios, sino del reconocimiento que se merecen. Por el lado contrario, el resto de la parrilla, o al menos los equipos que cuenten con recursos similares y a pesar de ello se vean superados año tras año, son los que deberían hacer autocrítica y a los que se debería presionar y culpar de la falta de igualdad y en consecuencia del espectáculo.