Hablar de Carlos Reutemann. ¿Cómo hacerlo? Pensé que iba a ser fácil, si está escrito. Es historia.
Pero ¿Qué hay de lo que uno siente?
Hablar de Carlos Reutemann. ¿Cómo hacerlo? Pensé que iba a ser fácil, si está escrito. Es historia. Pero ¿Qué hay de lo que uno siente?
Era uno más de esa élite de pilotos que tenía el automovilismo argentino de fines de los 60, pero ya se notaba que era distinto, que para él era lo mismo la montaña, el mejor autódromo de la época o cualquier ruta que unía los pueblos. Ahora, cuando se subía a un monoposto, pasaba a ser cosa seria.
Entonces había que seguir y dar ese paso hacia Europa. Iba a ser contrincante de muchos de los que me miraban desde esas fotos que tenía en mi habitación.
Y ahí es cuando uno va creciendo y va aprendiendo, que el automovilismo depende de muchísimos factores. Que no es manejar y listo. Eso es lo que lo completa.
Años de evolución, de autos revolucionarios, de aprendizajes, de enormes pilotos. Y ese argentino se quería meter ahí para escribir su parte.
Para tratar de llegar, como alguna vez dijo, a ese laberinto que es la F1. Que de arriba parece fácil, pero cuando estas adentro se complica, y en el cual está todo en juego: el triunfo, el título, pero también la muerte.
Al GP de Argentina de 1972 fui con mi papá. Ese sábado de clasificación por fin vería a Jackie Stewart, que era mi piloto. No sabía que el de Carlos, también.
Pero me fui con la alegría de ese argentino que había hecho la pole. ¿Cómo hizo?, ¿Cómo se atreve a ser más rápido que Jackie con el autito azul?
La carrera mostraría la realidad, pero acá adentro, en el pecho, yo ya sentí que Carlos Reutemann era el hombre a seguir.
Los años me darían la razón. Había que escucharlo, había que entenderlo, y para eso, había que entender la Fórmula 1. Esa que cuando él decía que "es muy difícil”, no estaba ensayando una justificación, sino que 40 años después, es una realidad absoluta para nuestros pilotos.
Carlos se hizo un camino, a veces acertado y a veces no, pero que se puede juzgar a los lejos. En aquel momento era lo correcto. Lo que uno no sabía eran los entretelones, esos que manejan la F1 hasta la actualidad.
En su patria siempre le costó llegar a la mayoría de la gente, por más que después el Autódromo de Buenos Aires explotara. Desde el aficionado es normal, pero también tenía “contras” desde el periodismo o sus propios colegas. Sabemos que algunos de los nacidos por acá, vienen con una dosis extra de envidia y malas artes, entonces no era de extrañarse que Reutemann se mostrara parco, como a la defensiva de muchos, salvo de los más cercanos...
Pero hasta a uno le llegaba eso, y varias veces estuve a tiro del saludo o la foto, pero me costaba. ¿Acaso no quería encontrarme con una desilusión? Tal vez.
Autódromo de Interlagos, Brasil, 1980. El sábado, terminada la clasificación, por gracia de la persona que hacía el tour al GP, y credencial de por medio: "Vení, dale que me parece que se está yendo". Bajamos por la parte de atrás de los boxes, una empalizada de madera y un portón, que daba a un estacionamiento, y justo cuando llegamos a ese portón hay movimientos y aparece Carlos, con el buzo atado en la cintura, junto a una persona con camisa de Williams, después me di cuenta que era Mansour Ojjeh.
Mi interlocutor lo llama, “Carlos!” Lole se da vuelta y le devuelve una sonrisa, como si hubiese visto un amigo de años... “Hola!”
Ustedes imaginen el momento. Mientras me presentaba, yo solo miraba al tipo que había hecho el cuarto tiempo de clasificación, y por el cual estaba a miles de kilómetros de mi casa.
"Este amigo viene de Tigre, quería saludarte..."
Mientras Reutemann estiraba la mano para estrechar la mía, pensé, ‘es la del cambio’, a la vez que me salía un “¿Qué tal el auto?”
“Bien, bien. Estamos bien”, respondió mientras me apoyaba una mano en el hombro.
Quizás fue la adrenalina del momento, pero seguimos la conversación, y hasta coincidimos que Scheckter le tendría que haber dado el externo para entrar a Cotovelo en vez de la cuerda, porque tuvo que frenar más y perdió un par de decimas de su mejor vuelta. Lo podría haber puesto en primera fila.
Este no era el Reutemann del que muchos hablaban. El parco, el que te ignoraba ¿Quién era yo para que el tipo perdiera 10 minutos en su salida del circuito?
Años después, su mejor amigo me confirmaba algo: "En Brasil estaba como en su casa".
Como anécdota queda, durante esos más de 10 minutos que compartí con Reutemann, yo tenía colgada de mi hombro mi cámara fotográfica. ¿Ustedes piensan que me acordé de eso?
Otro apretón de manos y suerte para mañana.
Recién tuve una foto con Carlos después de su retiro de la F1, en una competencia en el Autódromo de Buenos Aires, en 1987.
Ese mismo sábado, sentado en la arquibancada oficial con cerveza de por medio (Skoll patrocinaba al equipo Fittipaldi), un aficionado brasileño me decía: "A Ustedes no los entiendo. Tienen un quíntuple campeón del mundo que ignoran, y tienen a Carlos, que hace años que está entre los cinco mejores de la F1, y lo maltratan". Mientras asentía, pensé: ‘Me acaba de hacer una síntesis de cómo somos’.
El ingeniero Enrique Scalabroni no se cansa de decirlo: "Carlos Reutemann, acá en Europa, está catalogado como uno de los mejores de su época".
Maurizio Arrivabene, ex director deportivo de Ferrari, dijo que "acá, en Monza, solo vi a dos pilotos hacer algo extraordinario con una puesta a punto, Ayrton Senna y Carlos Reutemann".
Yo siempre digo, ni mejor, ni peor. Estuvo en una época en la que el factor humano era muy preponderante, y la Fórmula 1 era evolutiva y altamente riesgosa.
Muchos cargaron las tintas sobre sus estados emocionales. Todos los tenemos. Pero un piloto no pierde un título después de hacer la pole, porque ese día se levantó mal. En el medio hay un auto, que no es el mismo.
En el año 2007 tuve la suerte de compartir una reunión en el Senado de la Nación. Ahí vimos a un Reutemann en toda su dimensión. Al amante del automovilismo, y de su novia eterna, la Fórmula 1. Esa a la que un día le dijo "me cansé".
Siempre voy a rescatar al hombre. Podría haber sido muy fácil culpar a sus equipos, ponerse del lado de los que ven cosas raras. Los hubiera dejado contentos. Pero no, él cargó con las culpas, cargó con las decisiones que lo perjudicaron, y solo diciendo que eran cosas de las carreras. Muchos no entienden que si lo hubiese estampado a Nelson Piquet contra un paredón en Las Vegas, no sería Carlos Reutemann. Además, esos evidencian que no lo conocieron.
Como le decía a un amigo, nosotros creemos que esta gente es inmortal, y que siempre la vamos a tener, aunque sea para que nos cuente lo que hicieron.
Carlos, será ese por el que poníamos el despertador, por el que nos alegrábamos o sufríamos, por el que estábamos en una tribuna horas con 40 grados. El de los 12 triunfos, el de los 45 podios, el de 16 grandes premios en los puntos, record recién superado por Michael Schumacher. Será el que hizo podios en Rally Mundial, en Sport prototipos, o como alguno me dijo, porque no lo viste bajando las montañas con el Fiat 1500...
Carlos será el de la explicación justa, el de la opinión medida, y de la observación acertada.
Uno sabe que toda vida termina, pero cuesta asimilarlo, se los puedo asegurar. Carlos Alberto Reutemann nos dejó físicamente, pero estará en mi corazón cada vez que hable de Fórmula 1, su Fórmula 1.
Muchas gracias por todo Lole!
Autor : Jose Carmona