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Spa Francorchamps. En el corazón de las Ardenas.

Un pequeño homenaje al destino preferido por la mayoría de aficionados de la Fórmula 1

( palabras)
Spa Francorchamps. En el corazón de las Ardenas.
Fuente imagen: Google

Escondido en un pequeño rincón del sur de Bélgica, rodeado de un denso bosque que oculta todo lo que ocurre en su interior, se halla uno de esos lugares mágicos y de gran significado para cualquier amante del automovilismo y de la velocidad: El circuito de Spa-Francorchamps.

En un enclave único, todo lo que rodea a este lugar goza de gran belleza e importancia histórica. A escasos kilómetros del circuito, se encuentra la localidad de Spa. Este lugar es conocido desde la época de La Antigua Roma gracias a sus baños termales y aguas medicinales y curativas. De hecho, como es de suponer, el Spa que todo el mundo conoce hoy en día le debe su nombre a esta ciudad belga. Desde entonces, se convirtió en sitio de peregrinación para la clase alta y la burguesía europea, buscando reposo y también entretenimiento, ya que también se fundó aquí el primer casino del mundo.

También es un lugar de gran relevancia histórica en el contexto bélico. La ciudad de Spa fue la base principal del ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial.

Una vez acabado este conflicto bélico y reinstaurada, al menos durante unos años, la estabilidad en Europa, se recuperó otra de las grandes atracciones de la región: Las carreras de automóviles. En 1920, el director de un periódico local, Jules de Thier, y el piloto Henri Langlois Van Ophem, decidieron idear un circuito de carreras que uniera varias poblaciones de la zona. De éste modo, se creó el primer circuito de más de 14 kilómetros, formando una especie de triángulo que conectaba las localidades de Spa, Malmédy y Stavelot. Un trazado muy rápido, sinuoso y técnico para los coches y motocicletas de la época, pero trepidante y muy entretenido para los espectadores presentes.

Después de organizar algunas carreras de menor nivel, acogió su primer Gran Premio en 1925, por aquel entonces Gran Premio de Europa. El primer ganador fue Antonio Ascari al volante de un Alfa Romeo P2, padre del campeón del mundo Alberto Ascari y pariente lejano del legendario piloto italiano Tazio Nuvolari.

Antonio Ascari en su Alfa Romeo en el Gran Premio de Europa de 1925 en Spa

Curiosamente, la mayor atracción que tiene hoy en día el trazado belga, el famoso Raidillon (erróneamente denominado Eau Rouge) ni siquiera existía en sus orígenes. Por aquel entonces, la recta de meta se situaba en la bajada tras la horquilla de La Source. Eau Rouge, primera curva del anterior trazado, era un viraje a izquierdas que llevaba a una pequeña recta y hasta la horquilla de L’Ancianne Douane. Este nombre es debido a que era en esta curva donde se encontraba la Aduana entre Bélgica y Alemania, ya que el circuito se encontraba, y se encuentra todavía, muy cerca de la frontera con su vecino germano. Después de otra pequeña subida, la carretera llegaba a lo alto de la colina y entraba en una sucesión de curvas y rectas de alta velocidad, que años más tarde se convertiría en la recta de Kemmel.

Aquí vemos la bajada de la antigua recta de meta, el viraje original a izquierdas de Eau Rouge

El empeño de los antiguos organizadores de Grandes Premios de contar con los circuitos más rápidos llevó a la idea de construir una curva artificial que cortara esta colina, perdiendo verticalidad, pero permitiendo realizar su paso a alta velocidad, Así nació en 1939 el Raidillon, una de las primeras curvas específicamente diseñadas para la competición del mundo, ya que hasta muchos años después, los circuitos utilizaban las carreteras existentes para conformar la pista.

De hecho, en un principio el Raidillon tampoco fue la mayor atracción de la pista belga. Este honor correspondía a la chicane de Masta. Ubicada tras una larga recta de mismo nombre, que unía las localidades de Malmédy y Stavelot, se llegaban a alcanzar velocidades superiores a 300 kilómetros por hora, y se entraba en esta doble curva izquierda- derecha sin levantar el pie y con un cambio de rasante. El propio Jackie Stewart, tres veces campeón del mundo, llego a afirmar que era la curva más difícil que había trazado, mucho más que la sucesión Eau Rouge-Raidillon.

Es precisamente su posición geográfica, tan cerca de la frontera, y su peculiar enclave lo que llevó al trazado y a la región a ser testigo fundamental en uno de los mayores enfrentamientos bélicos de la historia. El bosque que cubre al circuito no es otro que el Bosque de las Ardenas. En él, se produjo una de las batallas más conocidas, importantes y cruentas de toda la Segunda Guerra Mundial. El ejército alemán, temeroso de que sus enemigos entraran por fin en su territorio tras cinco años de guerra, ideó un último y feroz ataque contra todo el frente Aliado repartido por toda la frontera belga, y la primera ofensiva se produjo en una serie de pueblos a menos de treinta kilómetros de Spa, en las localidades de Saint-Vith y Trois-Pont.

Tropas alemanas a 13 kilómetros de Malmédy, en las inmediaciones del trazado

La batalla duró más de un mes y dejó miles de muertos e historias trágicas a su paso, como la matanza de Malmédy, donde un regimiento de tanques alemán abatió sin más a un batallón americano que se había rendido tras no poder contener la lucha. Los soldados tuvieron que luchar también contra las inclemencias del frío, la nieve y la niebla del invierno belga.

Un año más tarde la guerra se acabó, pero las batallas nunca más dejaron de sucederse. El rugido de los tanques se sustituyó por los motores de los mejores coches de carreras del mundo, y el honor y la valentía de los soldados se trasladó a los pilotos que, en vez de pelear con el arma en la mano, saltaban al interior de sus vehículos deseosos de luchar en la pista y defender con orgullo a su país y a su marca.

El circuito continuó albergando Grandes Premios y carreras tanto de coches como de motos, y pasó a formar parte del calendario unificado de la Fórmula desde su creación en 1950, y así fue hasta 1970, salvo algún pequeño paréntesis en el tiempo.

Frenada de la curva de Stavelot, justo antes de encarar la subida hacia Blanchimont Bruce Mclaren en 1968, en su primera victoria en la Fórmula 1

Para entonces, el trazado original, uno de los más difíciles del Campeonato y con diferencia el más rápido, había quedado desfasado, y con más de 30 muertos a sus espaldas y sin ninguna modificación importante en materia de seguridad, los pilotos decidieron no volver. Pese a esto, aquel enclave no podía caer en el olvido con el paso del tiempo, así que desde aquel año se llevó a cabo el proceso de construcción del trazado que conocemos hoy en día. Inaugurado en 1979, y recortado ya a 7 kilómetros, creaba una nueva sucesión de curvas que enlazaban desde Les Combes hasta la incorporación otra vez al viejo trazado en Blanchimont, creando además una nueva Chicane en la curva de la parada del autobús, y trasladando la meta a justo antes de la horquilla de la Source.

El circuito perdía la mitad del recorrido y su famosa chicane Masta entre otras, pero el nuevo trazado mantenía la esencia de rápido a la par de técnico, y añadiendo seguridad. Cabe destacar que a pesar de la construcción del circuito actual, el mismo seguía abierto al público, ya que no fue hasta 2004 cuando se construyeron carreteras alternativas entre las localidades que el circuito original unía y se cerró definitivamente al público.

La Fórmula 1 volvió a Spa en 1983 tras su paso por los circuitos vecinos de Zolder y Nivelle Baulers, y desde entonces sólo ha dejado de albergar el Gran Premio en tres ocasiones. Desde entonces ha sido testigo de momentos y carreras únicas, muchas de ellas gracias a su particular microclima, en el que la imprevisible lluvia hace acto de presencia y recupera el toque épico de tantas batallas acontecidas en aquella región.

Muchos son los grandes nombres que han conseguido dominar en el exigente trazado belga, como son las cuatro victorias de Kimi Raikkönen y Jim Clark, o las cinco de Ayrton Senna entre otros. Pero si hay un nombre ligado a este circuito, ese es, sin duda, Michael Schumacher.

Michael Schumacher encarando la subida del Raidillon en su primer GP

El alemán vio como le llegaba en Bélgica, en el Gran Premio de 1991, prácticamente de rebote, la oportunidad de debutar en Fórmula 1 subido en un Jordan. Por supuesto no defruadó y eso hizo posible su fichaje inmediato por Benneton. Precisamente con este equipo y en el mismo circuito un año más tarde, conseguía la primera de sus 91 victorias en la Fórmula 1.

En 1995, ya como campeón del mundo, regalaba un recital de coraje y talento a los espectadores, aguantando a Damon Hill, su rival en el campeonato, varias vueltas detrás montando neumáticos de seco y sobre asfalto mojado, mientras Hill llevaba neumáticos de agua. Y en 2004 consiguió su sexta victoria en suelo belga y además lograba llevarse su séptimo y último Campeonato del Mundo.

Pero incluso él sufrió en su circuito predilecto algunos de los momentos más sonrojantes de su carrera, como el toque con un Coulthard que circulaba más lento de lo normal por la trazada habitual y con una lluvia torrencial que no permitía ver nada, lo que enfureció mucho al alemán, que en ese momento estaba en plena lucha por el mundial con Mika Hakkinen. O el adelantamiento que le propinó el propio Hakkinen, usando a Ricardo Zonta, doblado y triste pasajero de la escena, de pantalla para colarse por el interior en la frenada de Les Combes. Para muchos el mejor adelantamiento del Gran Circo.

Nada ni nadie escapa al encanto de Spa. Porque dentro de aquel inmenso bosque los recuerdos permanecen intactos y perduran para siempre en el tiempo. El circuito, los pueblos y la propia vida han cambiado mucho desde que hace más de 100 años se empezara a construir este sueño, pero es imposible estar en él y no sentir la grandeza de todo lo que dentro encierra. Es imposible recorrer aquellas carreteras que un día fueron parte del imponente trazado y no imaginar la adrenalina de aquellos primeros valientes dispuestos a jugarse la vida por ser los más rápidos y coronarse en las Ardenas. Es imposible alzar la vista y no imaginar oleadas de tanques y tropas deslizándose por esas enormes laderas, y sintiendo rabia al pensar que un grupo de alemanes con ansias de grandeza quisieran destruir aquél hermoso lugar. Es imposible no sentir la verdadera pasión y ambiente de automovilismo que viven los asistentes al Gran Premio, aficionados curtidos en mil carreras provenientes de todo el mundo y con Spa como destino predilecto.

Su trazado, su afición y su historia son uno de los pocos reductos de aquella pasión, complejidad y heroicidad que siempre desprendió el automovilismo, y así perdura inalterable en un tiempo cada vez más carente de alma y carisma. Todo esto lo convierte, sin duda alguna, en el mejor circuito del mundo.

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